miércoles, 4 de diciembre de 2013

Eterno Baudelaire. Por: Isabel Navarro.

Inaugurando el panorama de la lírica moderna después de los procesos judiciales donde su obra "Las flores del mal" es condenada por su contenido que según la ley sobrepasa los límites de lo estrictamente permitido en el campo literario, Charles Baudelaire constituye el padre de la lírica moderna y el primero de los poetas simbolistas, sobretodo en el momento que se encarga de introducir la noción de despersonalización en el poema.
A su lado en estos procesos judiciales, saldrá sano y salvo su amigo Gustave Flaubert, quien será también un renovador del campo de la novela, con "Madame Bovary" y el trabajo realizado por otorgar rigor al realismo novelístico que se ve dignamente representado en tan monumental obra.

Desde la primera vez que leí Baudelaire en el instituto quedé perdidamente enamorada del trabajo formal que se observa en sus poemas. Claro que en el momento yo no era capaz de explicar qué era aquello que me había impresionado en sus composiciones del poemario "Las flores del mal", simplemente me apasionaba la manera de tratar elementos a simple vista considerados como lo malo, lo feo, aquello de la periferia que no merece tener rigor en el campo artístico.
Avanzando mis lecturas y mis estudios, a día de hoy puedo afirmar con certeza que Charles Baudelaire es uno de mis poetas favoritos, por no decir el que más, y "el Spleen de París" junto con "las flores del mal" las obras que ocupan un privilegiado lugar en mi biblioteca personal.

El trabajo en la forma, el tratamiento de los temas, las palabras exactas, esa belleza que constituye paradójicamente la unión de elementos en el poema que tradicionalmente constituían todo aquello de lo que no estaba permitido hablar, la manera en que te llega y te toca algo dentro, que enciende alguna en ti...es excepcional como la belleza, que en la poética clasicista remitía sólo a aquello considerado "bonito, bello", sobrepase los límites para ir más allá...para que el autor te presente como único objeto de salvación la propia muerte...

Aquí solo os he dejado un trocito de mi amor por Baudelaire porque no dispongo de más tiempo, aunque podría llenar páginas y páginas hablando de mi respeto y admiración por cada una de sus palabras...Sólo quiero aconsejaros su lectura si aún no os habéis deleitado con alguno de sus poemas, porque se con seguridad que os cautivarán.

Aquí os dejo UNA CARROÑA, donde explica a su amada en un paseo donde han encontrado un cadáver, cómo a pesar de todo ella acabará igual, pero aun así él la amará, porque aunque la materia llegue al fin, el poeta tiene el deber de convertirla en otra cosa, de darle forma más allá, de buscar el símbolo, mediante la poesía.

UNA CARROÑA

Recuerda aquel objeto que vimos, alma mía,
en la templada mañana estival:
al doblar el sendero, una carroña infame
sobre un lecho sembrado de piedras.

Las patas en alto, como una hembra lúbrica
destilando un ardiente veneno,
se abría de forma indolente y cínica
su vientre repleto de miasmas.

Abrasaba el sol sobre aquella podre
como para acabar de cocerla,
y devolver ciento a Naturaleza,
de aquello que uniera una vez;

y miraba el cielo al regio esqueleto,
expandirse como una flor.
Hedía tan fuerte, que sobre la hierba
creíste caer desmayada.

Danzaban las moscas sobre el vientre pútrido,
de donde a millares surgían 
larvas que avanzaban, cual líquido espeso,
por esos vivientes despojos.

Todo aquello bajaba, subía como una ola
o se desgajaba crujiendo;
diríase que el cuerpo, de un soplo animado,
se multiplicase y estuviera vivo.

Producía ese mundo una extraña música,
como el viento y el agua al pasar,
o el grano que rítmicamente se agita
y gira encerrado en la criba.

Se esfumaba todo y sólo era un sueño,
un esbozo renuente a resurgir,
sobre el lienzo olvidado, que acaba el artista
por fin a través del recuerdo.

Detrás de las rocas, una perra inquieta
nos miraba con ojos airados,
espiando el instante de ir al esqueleto
y hozar en su carne.

-Y sin embargo igual serás que esta basura,
que esta infección horrible,
estrella de mis ojos, claro sol de mi vida,
tú mi pasión, ¡mi ángel!

Sí, tu serás así, oh reina de las gracias,
tras el último viático,
cuando baje la hierba y la vegetación
enraícen tus huesos.

Entonces, ¡oh mi bella!, diles a los gusanos
que a besos te devorarán,
que yo guarde la forma y la divina esencia
de mis descompuestos amores.

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