martes, 11 de junio de 2013

La vida. Por: José Ángel Moya

Observé cómo corrían, sin dejar rastro por el camino. Corrían sin parar y quién sabe de qué pero aquella fuerza, que con sus garras intentaba ahuyentarlas de algo que podía dejarlas sin vida, las estaba haciendo correr y cada vez más rápido. Por aquel momento, me dejé evadir del distanciamiento de la soledad pero me di cuenta de que no. Las nubes giraban, el mundo giraba y eso me dio a entender que el mundo seguía en funcionamiento, que nada había cambiado y que en su efecto, la vida seguía un recorrido, no se podía detener y había que actuar.

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