La creciente
banalización del arte y la literatura, el papel central del periodismo
escandaloso, la frivolización de la política y del sexo son los protagonistas
que alimentan el cuento de que toda finalidad de la cultura posmoderna, es
decir, la que habita nuestros días, y de la vida en general, es divertirse y
pasarlo bien. Así Vargas Llosa nos muestra su pesimista visión sobre el papel
de la cultura en la era posmoderna.
Diferentes cambios
históricos, como son el bienestar que siguió a los años de privaciones de la 2ª
guerra mundial, favoreció el crecimiento de las clases medias y esto hizo que
los parámetros morales, y con ello la cultura y el ocio extendiesen su alcance
a mayores cantidades de población.
Con esta
democratización de la cultura, esta deja de ser el patrimonio de una élite para
estar al alcance de todos mediante la educación y subvención de las artes, ahora
bien, esto provoca un facilismo en la forma y un contenido que pasa a ser mucho
más superficial para poder llegar al mayor público posible, al contrario que la
alta cultura de antaño se definía por su complejidad, solo al alcance de unos
pocos entendidos.
Se puede hablar de
la cultura como derecho de todo ser humano, pero en la medida que el arte como
la literatura pasan a ser el objeto de diversión de grandes masas, con un
contenido ‘light’ y superficial, más que para facilitar su comprensión, son
para entretener y dar la equívoca impresión de que el lector/consumidor de arte
es culto. El arte se convierte en un mero producto de consumo, sin ningún fin
más allá que el de la diversión momentánea.
Los parámetros que antiguamente
definían qué entraba a formar parte del campo artístico y qué no hoy en día ya
no sirven. Se ha producido una apertura tan grande provocada por el hambre de
consumo, que el mercado mismo debido a los intereses económicos ya no le da
importancia a la obra de arte por su calidad, sino por su valor en el mercado y
así todo vale. Todo puede ser arte, desde un garabato pintado en una pared,
hasta las estrambóticas vestimentas de Bora Aksu.
¿Quién establece los límites? El
mercado. La figura del crítico entendido en su campo, ahora ha pasado a la
periferia, ha preferido mantenerse al margen debido a esta banalización del
campo artístico. Los verdaderamente entendidos en arte no pueden o no quieren
pronunciarse ante todo este ejército de intereses y de individuos que dicen ser
artistas que siguen esta política consumista, tanto de arte mediocre que ellos
mismos promueven, como de dinero que obtienen por hacerlo y quien no acepte
dichas condiciones, más vale que se mantenga al margen porque no podrá
sobrevivir.
Al margen. Allí es
donde quedan los críticos, los artistas, los entendidos en literatura, pintura,
moda de verdad. En la periferia es donde podemos encontrar a todos aquellos que
han decidido oponer sus intereses económicos porque prefieren crear obras de
calidad. Claro que existen buenos artistas hoy en día, pero la política de
mercado que se está siguiendo, en la que la mera diversión y el consumo
instantáneo y masivo son sus metas, no deja que las buenas obras que necesitan
más preparación/formación para ser comprendidas ocupen el centro.
Se trata de una
cultura fácil para gente de mentalidad fácil, que prefiere el entretenimiento a
la calidad. El engaño a que las grandes masas de gente se somete viene generado
por la propia sociedad. Hemos caído en la facilidad del consumo de objetos
inútiles y superficiales que no nos aporta nada. Aquí ha tenido un papel
central la publicidad, y con esto la imagen y el sonido, que se ha ido
imponiendo sobre la palabra. La ficción, el engaño al que se someten las
grandes masas viene promocionado por la publicidad. Se impone una realidad que
no es real, una ‘virtualidad’ de la vida que se corresponde con la negación por
afrontar los problemas de la existencia humana que antes preocupaban a los
entendidos como intelectuales y filósofos; sólo busca el convencer y promover
el consumo en un círculo que nos atrapa y del que el engañado no puede ni
quiere salir por la comodidad que supone esta facilidad cultural que rodea
nuestra sociedad.
Asimismo, la figura
del intelectual, pasa a un segundo plano también. La publicidad promueve una
cultura de las imágenes en la que las ideas y el desarrollo intelectual no
tienen lugar en la vida cultural, y así la figura del intelectual que promovía
unas ideas y pensamientos, pasa a quedar al margen. Es sustituido por
personajes públicos escandalosos que entretengan al público con sus chismes, igual
que en política. Ya no hay valores, principios. Es mera apariencia que sigue
unos intereses privados, esto es, económicos.
La primacía
anterior del desarrollo intelectual, tanto en arte y literatura, como en los
valores y convicciones de ciertos gestos políticos, o simplemente, en el campo
del periodismo, donde las noticias pasan a sustituirse por el escándalo, las
mentiras y ridiculeces de la llamada prensa rosa… configuran esta cultura que
se ha banalizado hasta el extremo.
Vivimos en una
sociedad donde el progreso nos ha llevado a un retroceso. Somos maniquíes de
una élite que actúa por intereses económicos. La realidad deja de ser realidad
para convertirse en una ficción. Cualquiera que se lo proponga siguiendo los
parámetros del mercado puede ser artista, todo tiene valor económico y todo se
puede consumir. El entretenimiento y el ocio son la finalidad esencial de esta
sociedad posmoderna que hemos creado. La comodidad se impone al esfuerzo por el
desarrollo intelectual. Donde el campo artístico antes era un lugar donde las
obras se erigían como monumentos que durarían toda la eternidad, tenían una
autoridad por el esfuerzo de los especialistas que sí eran entendidos en
aquello que querían crear y su finalidad iba mucho más allá de la económica, ahora
promovemos todo lo contrario. Damos voz a una generación de ‘artistas’ que nos
engañan con creaciones con las que solo esperan ascender social y
económicamente, mientras nosotros consumimos este arte fácil, y donde se dice
arte también hacer igual referencia al campo político y periodístico que nos
alimenta a mentiras.
¿Posmodernidad? En
el ámbito cultural de nuestros días la cultura es una ficción. La virtualidad
protagoniza nuestros días, el conformismo nos inunda, conformismo que no
constituye la realidad. Dejamos ya hace mucho tiempo atrás que nuestra
civilización posmoderna desarmara moral y políticamente la cultura de nuestros
días y ahora esa posmodernidad, esa virtualidad, nos inunda. Somos víctimas de
nuestro propio progreso y creación.
Lo tengo apuntado en mi lista de pendiente por el análisis tan acertado que según veo, hace. Esto ya no es lo que era :-) Un abrazo!
ResponderEliminarHola Meg! :)
EliminarEn primer lugar, gracias por tu comentario.
Sobre el libro, decir que me parece muy interesante el análisis que hace sobre la cultura de nuestros días, va en una línea bastante acertada, según mi opinión. Te animo a que lo leas pronto, además de interesante, es muy asequible a nivel del número de páginas.
Un abrazo,
Isabel.